¿Quién merece gobernar? El mérito social en la carrera presidencial chilena

Por Juan Pablo Pezo Dalmazzo

En cada elección presidencial, los candidatos no solo disputan ideas y programas: compiten también por el reconocimiento simbólico de sus trayectorias. En el Chile de 2025, el debate sobre quién “merece” llegar a La Moneda está atravesado por una noción profundamente cultural: el mérito social. No se trata solo de títulos académicos o experiencia política, sino de legitimidad simbólica. ¿Qué historia personal representa cada aspirante? ¿Qué tipo de esfuerzo encarna? ¿Qué tan identificables son sus orígenes para los votantes?

Desde la sociología clásica, esta pregunta encuentra herramientas útiles. Max Weber, en su tipología de la dominación legítima, plantea que el poder puede basarse en la tradición, el carisma o la racionalidad legal. Pierre Bourdieu, por su parte, nos recuerda que el mérito no es un hecho neutro, sino una construcción social que depende del “campo” en el que se juega y del “capital simbólico” que los actores movilizan. Norbert Elias introduce el concepto de autocontrol como forma de legitimidad moderna, mientras que Luc Boltanski analiza cómo las figuras públicas son puestas a prueba en “economías morales” que evalúan su autenticidad. A través de ellos, podemos analizar al candidato presidencial no solo como político, sino como símbolo de un modelo de país.

Veamos cómo esta enfoque se aplica a los cuatro principales candidatos: Jeannette Jara, Evelyn Matthei, José Antonio Kast y Johannes Kaiser.

Jeannette Jara (PC), recientemente proclamada como la carta única de Unidad por Chile, representa la narrativa más potente de mérito ascendente. De origen popular, fue madre joven, dirigente sindical y ministra. Su trayectoria simboliza el ideal republicano de movilidad social: “salir adelante” mediante esfuerzo, estudio y compromiso. En términos de Bourdieu, su “habitus de clase” y coherencia biográfica le otorgan un capital simbólico difícil de disputar. Boltanski diría que pasa la “prueba de autenticidad”. No apela al tecnocratismo, sino a la representación de un Chile postergado que demanda dignidad. Su desafío está en ampliar su imagen más allá de las fronteras del Partido Comunista.

Evelyn Matthei, en contraste, encarna el mérito tecnocrático e institucional. Hija de un general, educada en Alemania, exsenadora y actual alcaldesa de Providencia, ha construido su legitimidad sobre la eficiencia en la gestión pública. En clave weberiana, representa la racionalidad legal y administrativa. Su discurso se sustenta en la experiencia, no en el origen. Aunque su trayectoria es respetada por sectores medios y altos, no representa un relato de esfuerzo desde abajo. Su mérito es técnico, no social.

José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, construye su legitimidad desde una matriz moral y tradicionalista. Su apelación al orden, la familia y la patria no responde al mérito moderno del esfuerzo individual, sino a un mandato ético y cultural. En este sentido, Kast representa una forma de legitimidad tradicional (Weber), sostenida por un capital simbólico basado en la defensa de valores más que en competencias. Para su electorado, no necesita “esfuerzo” para ser meritorio: basta con que defienda lo correcto. En sociología política, esto es poder carismático invertido: autoridad sin movilidad.

Johannes Kaiser, por último, es el candidato del mérito negado. Diputado youtuber, provocador, autodenominado “paleolibertario”, su figura representa una ruptura radical con toda forma de legitimidad convencional. No reivindica esfuerzo, ni gestión, ni valores morales universales. Más bien, se legitima como víctima del sistema y del progresismo. Elias lo situaría fuera del proceso civilizatorio por su falta de contención discursiva; Boltanski lo entendería como un actor que genera escándalo para acumular visibilidad. Su capital es negativo: vale por el ruido que hace, no por lo que construye.

Entonces, ¿quién representa mejor el mérito social en esta elección?

Desde una mirada comparativa, Jeannette Jara es quien más se ajusta al ideal meritocrático moderno. Su historia de superación desde lo popular, su formación profesional, y su tránsito institucional —sin perder su identidad— encarnan un modelo de legitimidad basado en esfuerzo, coherencia y compromiso colectivo. Evelyn Matthei le sigue, pero anclada en un mérito más elitista y técnico, alejado del relato épico de “salir desde abajo”. Kast apela a un electorado nostálgico de las jerarquías, y Kaiser a quienes ya no creen en ningún tipo de mérito.

En un país donde las brechas sociales persisten y la movilidad se ha estancado, el debate presidencial no se juega solo en cifras o eslóganes. También se juega en el campo simbólico de quién representa el ideal del “buen ciudadano”, de la persona que merece liderar. El mérito, como vemos, no es solo personal: es profundamente político. Elegir un presidente es también elegir un relato sobre qué tipo de esfuerzo vale, y para quién.

Juan Pablo Pezo Dalmazzo
Juan Pablo Pezo Dalmazzo

Sociólogo y Cientista Político, Licenciado en la universidad de Lyon 2, Maestría y Master en la Universidad de Panthéon, Sorbonne, Paris, Francia.